Sólo aquel día comprendí que vivía en una mentira. Ella sabía que me había dado cuenta al fin. Mentía y mentía para no delatarse pero ya no servía de nada, la verdad había salido a la luz.
Fue entonces cuando empezó a sentirse culpable, los remordimientos la atormentaban, no la dejaban dormir.
Pasó muchas noches en vela y yo la oía llorar, sus gemidos me atormentaban a mí también porque en el fondo, la quería y su dolor era el mío.
Tuve miedo de que ese amor fuese mi desolación porque de una forma u otra yo era su martirio, quise huir pero no tuve fuerzas para marcharme dejándola sola así que aguanté y resistí todo lo que pude sin decir una palabra pero ella dolía, demasiado quizás.
Aún sigo aquí, esperando. Hoy me ha vuelto a mentir, ha dicho que vendría pronto y le he preparado la comida para que no tuviese que esperar; son ya las 20 horas, he comido solo.
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