Te quise porque tenía que hacerlo,
sin razón ni motivo,
sin nada y con todo.
Todo lo que fui y éramos
se transformó y reconvirtió
una y mil veces.
Al final nos dimos la mano
entonces saltamos,
saltamos desde el acantilado
más alto que encontramos,
y zambullidos en el agua
nadamos
sin dirección aparante
sin percatarnos que eran diferentes.
Ir contra corriente...
nadar hacia el frente...
Tomamos nuestras bifurcaciones
nadando de espaldas
y silbando
y cantando,
moviendo los pies al ritmo de Ménilmontant.
No nos despedimos.
No nos importó, estamos muertos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario