
Nuestra atención se traslada a una llamativa mujer de vestido azul raído, es castaña y despampanante aunque se percibe su tristeza a kilómetros. She’s blue. Nos preguntamos porqué narices no nos hemos fijado en ella antes, dudamos si acercarnos o no, al final decidimos evaluar la situación, durante un instante nos miramos a nosotros mismos y vemos a un viejo arrugado y gordo sin posibilidad aparente, la chica azul es inalcanzable para nosotros pero guardamos la certeza de que antaño cuando éramos jóvenes, altos, guapos y de buen hablar ella hubiera venido a nuestra humilde pocilga y la haríamos gritar de placer, dejando atrás esos vagos pensamientos nos centramos de nuevo en Chicazul… y es preciosa como sólo ella sabe ser. Suspiramos y seguimos tomando el whisky que dejamos a medias glu glu glu pagamos la cuenta y nos marchamos.
Tras andar cerca de una hora
llegamos a casa que no puede llamarse hogar, nos recostamos en la cama
intentando conciliar el sueño pero es imposible como tantas otras noches, no
podremos dormir. Pensamos en Chicazul y en su cuerpo claro, sus cabellos lisos
y largos ojalá, ojalá estuviera ella aquí ahora, ojalá trepase por la ventana y
llegara a nuestra alcoba, todo sería mágico. Chicazul, la noche, la cama, todo.
No hace falta nada más que ella y anhelamos otra vez ser jóvenes y estamos
seguros de que si hubiera sucedido unos 15 años atrás ella estaría ahora con
nosotros. Chicazul, Chicazul y su pelo suave y su cuerpo suave y sus labios
suaves y sus caricias suaves. Chicazul suave, suave y esponjosa. Como un gato,
sí como un gato. Chicazul es como un gato, tenemos que tener ese gato.
Entramos en el bar nuevamente, y
por última vez, Chicazul sigue allí, como esperándonos. Esta vez sin dudar nos
acercamos y ella sonríe, nosotros también.
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